Prólogo de Héctor José Méndez de las obras completas
Alguna vez me pregunte sobre el
acierto de darle el apelativo de “Churqui” al poeta de Tilcara. Una paradoja
imposible, cierta e imperecedera. Porque designar con el nombre de un árbol leñoso,
duro, indómito, espinoso, a veces achaparrado, y otras enhiesto, a un vate
romántico, pletórico de nostalgia y entregado a una proverbial bohemia, es
aventurarse a caer en el vacío. Es que los lugareños son sabios cuando se trata
de endilgar sobrenombres, y Germán, luego de sufrir varios accidentes casi
fatales, recibió el bautismo de “Churqui” en el templo de la vida, aludiendo a
su fortaleza física. Nervudo, más bien alto, brazos largos y fuertes, cabeza
altiva pero desprovista de soberbia, cuerpo longilíneo, sostenido por piernas
de mimbre, ágiles y atléticas. Una nariz aguileña y prominente partía de un
tajo su mirada recia, profunda, oscura y a la vez humilde y bondadosa, en la
que se adivinaba el drama de su vida, el misterio de sus noches y el asombro
por los milagros de la Naturaleza.
No puedo precisar en que momento de
mi vida conocí a Germán. Si fue cuando concurrí esporádicamente a la escuela de
Tilcara, o en tiempos juveniles –guitarra y vino de por medio-, o ahora, cuando
me adentré en sus versos al preparar este trabajo, luego de una ardua tarea de
recopilación por encargo de sus familiares.
Había nacido el 9 de Abril de 1940,
en Tilcara, su “ajorca de esmeraldas”, su “princesa americana”. En la escuela
de su pueblo se destacó por su inclinación a la música (tañía su quena trepado
a un molle) y por poseer dotes teatrales. Completó su preparación escolástica
en San Salvador de Jujuy, donde obtuvo el título de Maestro Normal Nacional en
la Escuela Normal Juan Ignacio Gorriti. Con el seudónimo de Juan Manuel de los Surcos se inició en
la poesía. Obtuvo premios y distinciones que fueron el alimento necesario para
sumergirlo en el mundo literario del que ya no salió jamás.
Su carrera docente, ejercida en
escuelas rurales (Las Escaleras, Alto Calilegua, entre otras) quedó trunca, pero
su trayectoria lírica, iniciada en 1970 en diarios y revistas jujeños, aún
sigue vigente. El teatro y el cine no le fueron ajenos, aunque sólo como
instancias complementarias. Sus versos vibraron en el Teatro San Martín de
Buenos Aires, respondiendo a una invitación de la Secretaría de Cultura de la
Nación, y en la Universidad de Belgrano, también en Buenos Aires. Mereció
elogiosos comentarios en la prensa especializada nacional.
Con el apoyo del poeta quiaqueño José
Arriéguez en la diagramación, publicó su libro “Los pasos del viento”, en 1984,
auspiciado por la Dirección Provincial de Cultura de Jujuy, durante la gestión
del profesor Juan Tito Sivila.
Su voz, profunda y grave, quedó
registrada en un cassette titulado “Tilcara:
Germán Walter Choquevilca dice sus poemas”, del sello Huancar, bajo la
dirección de José María Mercado, docente y músico abrapampeño radicado en La
Plata.
Como integrante del coro Las Voces
de la Quebrada, dirigido por el licenciado Néstor Masuelli, realizó una gira
por Medio Oriente acompañando al conjunto folklórico de Jaime Torres. Desde
aquellas tierras lejanas trajo poemas nacidos de su nostalgia por la tierra
natal y de la admiración de un paisaje distinto.
Nuestra intención de publicar su
obra completa (me refiero a la Comisión
de Homenaje al “Churqui”, presidida por el Lic. César Lizárraga) naufragó
ante la imposibilidad de recuperar sus poesías desperdigadas generosamente por
doquier entre amigos, turistas y quienquiera se le haya acercado alguna vez.
Quizá fue su única manera de darse a conocer como poeta. Los poemas que aquí
presentamos son sólo una parte de su obra, prolífica y desordenada, que hoy ven
la luz gracias a la editorial Cuadernos
del Duende.
“Churqui” se fue en el umbral del
verano, el día de Capac Raymi, cuando el solsticio baña el continente austral.
Ese 21 de diciembre de 1987 aún nos duele, pero su genio poético late con vida
propia en cada uno de sus versos, en sus poemas de proyección universal.
Héctor José Méndez
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